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NOTAS SOBRE LA SEMANA SANTA

Autor: 
Domingo Goás
Fecha: 
31/03/2010

NOTAS SOBRE LA SEMANA SANTA

 

Hace tiempo que contraje una deuda con un amigo: escribir un artículo relativo a la Semana Santa. Y, como decía y repetía el Alcalde de Villar del Río en la formidable película de Berlanga “Bienvenido Mister Marshall” aquel inefable Pepe Isbert, - “tengo una deuda con vosotros y la tengo que cumplir”, yo tengo otra deuda con mi amigo y la voy a tratar de cumplir.

Como consecuencia de la fecha en que se produzca el último plenilunio de enero, se suceden, tanto los Carnavales como el Miércoles de Ceniza desde el que han de transcurrir cuarenta días hasta el Domingo de Ramos, es decir, el tiempo de Cuaresma. Tiempo de meditación y sacrificio. Ayuno y abstinencia. Nada se dice de la continencia. Pero se inicia la cuarentena con el recordatorio: “memento homo: qui pulvis eris et in pulveris te reverteris” que, aunque todo el mundo sabe lo qué significa, no es ocioso recordarlo: “Acuérdate hombre que eres polvo y en polvo te has de convertir”.procesión

Tan sano recordatorio culmina con la tradicionalmente conocida como Semana Santa que es, más bien, Semana de Pasión. En ella, el Hijo del Hombre que es, a su vez, Hijo de Dios, con el fin de redimir las faltas de todos los seres humanos, acepta la inmolación de su carne mortal como víctima divina ante el Juez Supremo y Creador del propio ser humano a fin de “aliviar el ánimo vindicativo del Padre por las ofensas de sus hijos”.

No puedo olvidar aquellas Semanas Santas de la niñez en mi pueblo con los sermones de D. Joseito, la entonación coral del Stabat Mater Dolorosa, iuxta Crucem lacrimosa, dum pendebat Filius. ¡Oh! quam tristis et afflicta fuit Mater benedicta Fili Jesus.

Y mantengo un perenne recuerdo de las Procesiones “Dos Caladiños” o de la Soledad, también en mi pueblo donde, sobre todo Pepe Mato y el Paz, aquel que le decía a Don Jenaro cuando le pedía que imitase a alguien: “Non me da a ga na Don Jenaro”, con una impresionante voz de bajos ambos entonaban el:

“Mira ingrato pecador

mira a tu amante Jesús

Clavado por ti en la Cruz

Y expirar por ti de amor.

Sube alma mía al Calvario

Y verás en un madero

Pendiendo de tres clavos

A tu amante Nazareno.

Entra en la hoguera divina

De su amantísimo pecho

Y atiende a cuanto Él te dice

En su amoroso incendio”

  • No me puedo olvidar de cuando el Alcalde delegaba en mí para presidir las Procesiones del Viernes Santo y omitiría una realidad si no mencionase, ya fuera del pueblo, cuántas Semanas Santas han transcurrido jugando al póker y no precisamente las ropas de Jesús, al son de la Pasión de San Mateo de Bach, el Stabat Mater ya aludido y mucho Palestrina y Victoria. Todo ello forma parte de la personal memoria histórica y ahí permanece en su correspondiente archivo cerebral.
  • Pero al paso y con el peso de los años, la Semana Santa ha ido asentándose en la mente de uno, como algo más que un elemento turístico procesional y así pretende tratar de comprender y explicar el misterio: ese Dios hecho Hombre que había nacido hacía 33 años aproximadamente y se autotitulaba Hijo de Dios, Rey de los Judíos, el Verbo de Dios, entre otras denominaciones, tras entrar en Jerusalén en olor de multitudes, el día de Ramos, para celebrar la Pascua, es exhibido cual muñeco de feria, ante Anás, Caifás, Poncio Pilato y Herodes para al final concluir crucificado en el Monte Gólgota.
  • Aquel profeta que lloró ante el cadáver de su amigo Lázaro al que luego resucitó; el que había multiplicado los panes y los peces; el que había sanado enfermos, resucitado muertos, discernido lo que era de Dios y lo que era del César y absuelto amorosamente a la mujer adúltera que iba a ser lapidada: “quien esté libre de culpa que tire la primera piedra”; quien expulsó del templo a los mercaderes y anatematizó como hipócritas a los escribas y fariseos, aquel es condenado, por blasfemo, a morir crucificado.
  • Yo ahora quisiera poder oír otra vez aquel famoso sermón de las “Siete Palabras” que un célebre jesuita, el P. Laburu pronunciaba todos los años de 12 a 15 horas por la Radio. Pero, en su ausencia, claro que yo no lo voy a emular, quiero significar que las primeras “palabras” que pronunció Cristo en la Cruz identificada con el INRI (Jesus Nazarenus Rex Judeorum), eran frases llenas de amor: “Madre he ahí a tu Hijo”. “Hijo he ahí a tu madre”. “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Pero hay un momento en que , aunque el espíritu esté pronto, la carne es flaca”: Padre mío, si es posible, que pase de mí este Cáliz”. Pero no era posible. Era necesario un sacrificio de la infinitud para obtener un perdón de infinitud. Y, como previendo la palabra del Dante: “Lasciate ogni speranza”, se siente, el Crucificado, solo hombre, no Dios y entonces, encastrado en una agonía de soledad, le dice al Padre:” ¡Eli, Eli! ¿lemá sabactaní?, es decir, ¡Dios mío, Dios mío! ¿Porqué me has abandonado?.
  • Ya no se trataba del dolor físico que, de tan brutal, probablemente, había llegado a un estado de adormecimiento inmediato a la muerte. Se trataba de que el Nazareno sintió la angustia de la soledad. Y sólo en ese momento, en el de la vivencia de la soledad, es cuando se da cuenta de que se halla a merced de sus propias fuerzas humanas e inquiere al Padre por qué lo ha dejado en la más cruda y angustiosa soledad.
  • Sí, como decía María, su Madre, “no hay dolor comparable a mi dolor”, yo me puedo plantear cuántos miles de millones de alter Christus están hoy en condiciones de imitar al Nazareno dirigiéndose al Padre : ¿Por qué nos has abandonado? Porque es difícil llegar a sentir un dolor como este dolor.
  • Y digamos si no qué se preguntarán los padres que ven que no pueden alimentar a su mujer y a sus hijos ; qué se preguntarán los ancianos que consumen sus días necesitados urgentemente de cariño y apoyo en la más angustiosa y horrible soledad; esas familias donde ningún miembro tiene trabajo; esos esclavos de regímenes opresores tanto ideológica como económicamente que sufren angustia vital y soledad cruenta carcelaria; esos niños enfermos y hambrientos del tercer mundo; esos pequeños y medianos empresarios que han visto y tenido que cerrar sus negocios con ocasión de la crisis económica que asoló al mundo y por culpa de esos personajes de pacotilla y casi de ficción que viven en el filo de la navaja como la mayor parte de los políticos que no tienen otro recurso que el del vacío moral, la hipocresía y el poder, sobre todo, del dinero; esa juventud que todo lo cifra en el botellón, la droga, el sexo y la velocidad; esa juventud ni-ni que sólo disfruta de joven edad pero que vive en la más precaria soledad y, en fin , cuánto ser enclaustrado en su mísero aislamiento por haber sido incapaz de convivir con su pareja o con sus hijos o, a la recíproca, estos con sus padres o cualquiera de ellos. Y así podríamos segurar contando las miserias del mundo que concluyen en el drama de la soledad hasta la infinitud de lo finito.
  • Y si un Cristo Hombre – Hijo del Padre – llega a sentir el angustioso drama de la soledad, Él, que tiene su lugar en la Gloria, ¿Qué podemos esperar de toda la cohorte de solitarios que no sólo sufren la dramática plaga de la soledad sino que, además, la soportan o, incluso, combaten, sin esperanza?
  • Porque para quien tiene fe, la esperanza es un asidero que ayuda a conllevar el dolor de la ausencia, la angustia, la miseria, el sufrimiento físico, ese vacío que ni la vida, ni el placer, ni el dinero, ni el vicio, pueden llenar, pues siempre habrá un anhelo de que o bien la banalidad del “Tras de tiempos, tiempos vienen” o” no hay mal que cien años dure”, o mejor, la esperanza espiritual futura, la que proviene de la virtud teologal que sede, palie o evada el terrible mal que se sufre. Pero, sin la fe……. ¿Cómo explicar el reciente número de suicidios que nos asola? Y el desquiciamiento moral de tanta y tanta capa o estrato social incapaz de la tolerancia y de la convivencia?
  • No es cuestión de convencimiento fácil, sino de reflexión profunda: la soledad física: muerte o ausencia del ser querido, tiene su posible “compensación” con la continuidad de la saga, o incluso, con el posible recambio del / de la ausente. Si bien es cierto que nadie es imprescindible, sí es verdad que todos somos insustituibles. Incluso existe una tercera vía de óptima elección: una intensa vida intelectual.
  • La soledad moral, en cambio, no tiene, cualquiera que sea su causa, otra solución que no sea la Esperanza.
  • Y ¿en qué o en quién? Dice el Nazareno: si alguno tiene sed que venga a mí y beberá el que cree en mí, como dice la Escritura: de su seno correrán ríos de agua viva.
  • Es hora de actuar. Contra la pereza, diligencia. El trabajo dignifica al ser humano y, a falta de mejor receta, hay que luchar contra la angustia, la soledad. ¿Cómo? Pues trabajando con esperanza. Y, sin olvidar que Cristo resucitó. Porque, si no lo hubiese hecho, toda su filosofía será una triste patraña. Pero esa Resurrección es la que afirma la Verdad y esta quien nos hace libres.
  • Domingo Goás