La representación escénica y el culto público de los principales misterios de la vida de Nuestro Señor Jesucristo que perviven en la tradición católica de nuestra patria española tienen su origen en el franciscanismo, de igual manera que a San Francisco de Asís se debe la introducción en el pueblo cristiano de otras expresiones de piedad y espiritualidad popular tan importantes como la costumbre navideña, hoy en día extendida por todo el orbe, de escenificar el nacimiento del Señor con el tradicional Belén de figuritas de barro. No es de extrañar por tanto, que la ciudad del Sacramento también fuera moldeando siglo tras siglo su religiosidad en estas muestras de arte y sentimiento influenciada por la seráfica hermandad, que nos impregnó de estas recogidas costumbres, conservando en la actualidad, como preciado recuerdo de sus antepasados, la tradición de representar de un modo escénico algunos de los pasos de la Pasión y Muerte del Hijo de Dios.
El Reverendo Padre Guardián del Convento, Fray José Villaronga Trigo, aparece en la foto presentando los atributos de la Pasión que los hermanos han sacado de la Cruz y se los presenta a la Virgen María. La imagen de la Virgen utilizada en este primer Acto es la del Paso del Desenclavo del Señor, titular de la Cofradía, desmontada y colocada sobre una tarima. |
En los claustros del antiguo convento de San Francisco (hoy en día sede del Museo Provincial y de la parroquia de San Pedro) se interpretaban, ya antes del siglo XVII en los días de Semana Santa, las principales escenas de la Pasión, acudiendo todos los lucenses a presenciar estas dolorosas y conmemorativas ceremonias, que se tenían que repetir en varias sesiones, pues aún cuando los claustros eran amplísimos, no podían dar cabida a las gentes que venían incluso de los pueblos inmediatos.
Buena prueba de todo lo dicho hasta ahora lo constituye el hecho de que otras devociones fomentadas desde ese mismo siglo en el pueblo de Lugo por los Religiosos Franciscanos, sirvieran de germen de los futuros desfiles procesionales cuando, conforme al orden litúrgico y al modo introducido en otras ciudades, se las desposeyera del carácter que tenían en el claustro dándoles la expresión propia de la calle. Es el caso de la devoción a la Virgen de la Soledad, advocación bajo la que todavía hoy se mantiene la capilla de la Orden Franciscana Seglar, actual denominación de la Venerable Orden Tercera de San Francisco V.O.T., e imagen que junto a la del Cristo Yacente constituían los pasos de la procesión más antigua de nuestra Semana Grande: la Procesión del Santo Entierro organizada por la V.O.T.
De esta capilla de la Soledad, inaugurada en noviembre de 1698, todos los Viernes Santo, después del sermón del Desenclavo que comenzaba a las cinco de la tarde y que era predicado por un fraile de San Francisco, salía esta procesión con los fieles distribuidos en dos filas de a tres en fondo, excepción hecha de los años comprendidos entre 1808 y 1812 durante los cuales esta capilla, propiedad de la Venerable Orden Tercera, se vio obligada a interrumpir el culto a la imagen de la Virgen de la Soledad a causa de la invasión napoleónica profanadora del templo, que lo convirtió en caballeriza y establo del ejército francés.
Hace ahora medio siglo, el Viernes Santo día 8 de abril de 1955, se restableció una antigua ceremonia franciscana, que la Orden de Menores y la V.O.T. habían venido realizando hasta el año 1834 todas las tardes del Viernes de Pasión en el convento de San Francisco y cuya práctica se había perdido por causa de la exclaustración: esta ceremonia no es otra que el Acto del Desenclavo, que desde ese mismo año y hasta la actualidad viene celebrándose ininterrumpidamente todos los Viernes Santo a las seis y media de la tarde en la Iglesia Conventual de los RR. PP. Franciscanos, organizado por la Cofradía del Desenclavo del Señor y de los Mayores Dolores de María Santísima con el inestimable apoyo de la comunidad franciscana. No ha de olvidarse que una década antes y a iniciativa de la V.O.T., la Cofradía del Desenclavo se había erigido canónicamente en ese lugar, siendo por tanto la primera de las cofradías penitenciales que desfila por las calles de nuestra ciudad, además de la decana de cuantas componen la Semana Santa lucense.
La idea de este restablecimiento, que rondaba en la mente de las Juntas Directivas de la V.O.T. y la Cofradía del Desenclavo desde hacía varios años, comenzó a tomar forma a mediados del mes de marzo de 1954 a iniciativa del por entonces Reverendo Padre Director de la V.O.T., Consiliario de la Cofradía del Desenclavo y Guardián del Convento, Fray José Villaronga Trigo, O.F.M. Así, se decide encargar el proyecto de una imagen tallada de un Cristo articulado y los objetos necesarios para la realización del Acto a los afamados talleres del imaginero santiagués D. Ángel Rodríguez Puente, del que ya se conocía su labor artística por haber sido el autor del grandioso y espectacular Paso del Desenclavo del Señor concluido en 1948 que tanta admiración despertaba entre los fieles lucenses. Dada la premura de tiempo se intentaba, si técnicamente era posible, realizar el Acto la inmediata Semana Santa, que ese año caía entre el 11 y el 16 de abril. Por ello, el boceto y el presupuesto son aceptados con celeridad, lo cual no impide que resulte del todo imposible conseguir el compromiso del artista de concluir el trabajo a tiempo, decidiéndose de mutuo acuerdo, recibir la obra terminada antes de la Semana Grande del siguiente año. Pasado exactamente ese tiempo, y a consecuencia del retraso propiciado para hacer coincidir su envío con otro procedente también de Santiago de Compostela de un nuevo manto negro bordado en oro para la Virgen de la Soledad, abaratando de esta manera los costes de transporte, el día 1 de abril de 1955 llega a Lugo en un camión de la Empresa Montaña la imagen de Jesús Crucificado para el Descendimiento del Viernes Santo, popularmente conocida entre el pueblo como el Cristo del Desenclavo. Desde ese día se venera en la Iglesia Conventual de los RR. PP. Franciscanos de nuestra capital, dentro de una urna situada debajo del Altar del Cristo de la Salud, al lado del cual se colocaron en un cartel las debidas indulgencias concedidas por el Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo de la Diócesis de Lugo en esa época, Dr. D. Rafael Balanzá y Navarro. Se trata de una imagen articulada de línea barroca a tamaño un poco superior al natural, esculpida en madera de cedro policromada con jirones de piel en hombros y rodillas, de un metro y ochenta centímetros de alto por dos metros y veinticinco centímetros de ancho, tomando como referencia la cruceta formada cuando se extienden los brazos, y es adquirida por los Religiosos Padres Franciscanos del Convento de Lugo íntegramente de sus fondos propios, con los que también fueron sufragados los gastos de transporte e instalación. Otro momento destacado en la historia de la imagen tiene lugar el Viernes Santo día 13 de abril de 2001, cuando este Cristo del Desenclavo desfila por vez primera en una carroza portada a hombros por costaleros de la Policía Autonómica, actual Hermano Mayor de Honor de la Cofradía del Desenclavo, acompañando la Procesión del Santo Entierro, siendo en este caso, la pionera y hasta el momento única imagen que procesiona de este modo en toda la historia de la Semana Santa lucense, teniendo en cuenta que otros pasos diferentes en el pasado lo hicieron siempre en andas.
Los Hermanos de Vara de la Cofradía del Desenclavo y los fieles lucenses asistentes al Acto, besan los pies del Cristo del Desenclavo, expuesto a la devoción pública una vez ha sido entregado el Sagrado Cuerpo a su Divina Madre, como final de la ceremonia.
La primera de las ceremonias restablecida se realiza en la Iglesia de los Franciscanos el día 8 de abril de 1955, como hemos dicho anteriormente, a las cuatro de la tarde, contando como predicador con el también citado Padre Fray José Villaronga Trigo. Dada la enorme expectación creada y en espera de una gran cantidad de público asistente, se instalan altavoces en la fachada del convento para que las personas que previsiblemente se pudieran congregar en la Plaza de España puedan seguir al orador. Como se esperaba, el primer Acto del Desenclavo resulta, además de muy emotivo, concurridísimo, llegándose a juntar tal muchedumbre de fieles, que pese al gran aforo del Templo la mayoría tuvo que contentarse con oír la sentida plática desde la calle, siendo tan prolongada la fila de devotos para besar los pies de la imagen del Cristo del Desenclavo al terminar el Acto, que los últimos tuvieron que esperar casi una hora para poder realizar su fervorosa muestra de piedad. Este éxito de asistencia, junto con el de los primeros años, hicieron meditar más adelante a la Cofradía del Desenclavo sobre la necesidad de realizarlo en plena calle, intención que acabo desechándose por las peculiares características climáticas lucenses propias de la estación del año correspondiente a la Semana Santa.
El Acto del Desenclavo consiste, grosso modo, en la escenificación realizada por los hermanos de Vara pertenecientes a la Cofradía de igual nombre, del Descendimiento del Sagrado Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo y la posterior entrega del mismo a su Madre Santísima, a semejanza de lo hecho por José de Arimatea y Nicodemo, seguidores ocultos de Jesús, miembros del Sanedrín y personajes de relieve e influencia en Jerusalén, los cuales pidieron el Cuerpo del Divino Maestro para embalsamarle y darle digna sepultura, dejando un maravilloso ejemplo de valentía y de desprecio al respeto humano en los difíciles tiempos de persecución religiosa que los católicos debemos imitar; tal y como se describe en los pasajes Evangélicos. La acción efectuada por los cofrades es dirigida en todo momento por el predicador que además va explicando a los presentes todo lo concerniente a estos Hechos. Finaliza el culto con la exposición del Cristo Descendido encima de un estrado, reverenciado y besado en los pies por los allí congregados. Treinta años después, en la década de los ochenta y durante unos pocos años, serían también soldados del Ejercito Español los encargados de ayudar a los hermanos cofrades en la ejecución de esta labor con su bizarra marcialidad, concretamente la Compañía de Operaciones Especiales COE 82 en el papel de Hermano Mayor de Honor de la Cofradía del Desenclavo desempeñado hasta su traslado y posterior disolución. Durante los tres primeros años, la imagen de la Madre Santísima utilizada en la ceremonia, a quien se le presentan los atributos de la Pasión y se entrega el Sagrado Cuerpo es, como se puede observar en las fotografías adjuntas del primer Acto del Desenclavo, la Virgen María del Paso del Desenclavo del Señor desmontada y colocada sobre una tarima. A partir del año 1958 se usa una nueva imagen de vestir a tamaño natural, de un metro y sesenta centímetros de alto, encargada al taller de Carballido en Santiago de Compostela, y adquirida expresamente por la Cofradía para dicho Acto y también como futuro nuevo Paso dedicado a la Santísima Virgen de los Dolores. Dicha imagen es expuesta a la veneración desde ese momento y hasta la actualidad en el primer altar que se encuentra una vez traspasada la entrada, del lado del Evangelio de la Iglesia de los Franciscanos. Esta Virgen está muy ligada al diario “El Progreso”, y así queda recogido varios años en sus hojas, debido principalmente al hecho de que, su precioso manto confeccionado en Valencia con terciopelo negro bordado en oro y estrenado en el año 1965, es donado a nuestra Cofradía por un grupo de mujeres devotas, entre ellas algunas muy vinculadas con el rotativo lucense como las hermanas de Cora Sabater y Dª. Eva Paradela. La referida prenda, de gran tamaño y valor artístico, fue lucida desde esa fecha con espectacularidad todos los años por la Santísima Virgen de los Dolores durante la ceremonia del Acto del Desenclavo, así como los tres años que la meteorología permitió celebrar la Procesión de la Virgen de los Dolores durante la segunda mitad de la década de los sesenta hasta su desaparición en 1970 por acuerdo tomado en la Junta de Cofradías de Semana Santa.
Finalmente, como colofón a este artículo cabe recordar la escasa atención dedicada a este Acto del Desenclavo durante un buen montón de años en la época de declive de la Cofradía, de la que todos fuimos un poco culpables, que llevó al periódico “El Progreso” a lamentar desde sus páginas el día 10 de abril de 1977 la poca publicidad que del mismo se hacía; prueba de ello es la realidad incuestionable de que, ni en los propios programas de mano elaborados por la Junta de Cofradías de Semana Santa de la época se menciona su celebración, teniendo que ser mediante ruego elevado a dicha Junta por el Hermano Mayor D. Jesús Cora Sánchez en la reunión celebrada el día 22 de marzo de 1976, cuando ésta acuerde incluir la información en lo sucesivo, o el hecho de que una gran parte de los cofrades, e incluso de los mismos directivos de las demás Cofradías Penitenciales de Lugo, nunca hubieran acudido a esta ceremonia hasta finales de los años noventa ni tuvieran conocimiento de su realización, dejadez que no se explica siendo como es uno de los actos más emotivos y singulares de cuantos componen nuestra Semana Grande, el cual ninguno de los ciudadanos de nuestra capital debería dejar de presenciar aunque sólo fuese una vez en la vida, tan valorado, entre otros, por el insigne intelectual Vicente Risco que así, en pocas palabras tan bien lo describió: “...é o Desenclavo, dun dramatismo que fai romper en prantos e xemidos a maoría dos fieles que enchen o fermoso templo.”1.
Juan Gabriel Pérez Martín.
Vice-Hermano Mayor de la Cofradía del Desenclavo
del Señor y de los Mayores Dolores de María Santísima.
(Artículo publicado en el diario “El Progreso” de Lugo, el Jueves Santo día 24 de marzo de 2005).
1.- Risco, Vicente, “Etnografía: Cultura espiritual”, en ,Historia de Galicia, dirigida por Ramón Otero Pedrayo, Editorial Nós, Buenos Aires 1962, 3 volúmenes; vol. I, p. 641.